El jamón de Guijuelo de Salamanca es uno de esos ‘productos top’ de la gastronomía española y mundial, apreciado por los paladares más exquisitos y a la altura de otros manjares como el caviar o la trufa. Antes de que empieces a salivar, queremos darte algunas pautas básicas para reconocer este producto ibérico en el supermercado o la charcutería y distinguirlo de otros de peor calidad.

Un buen jamón ibérico se identifica a simple vista gracias a una serie de características: la forma de la pata y la pezuña, el tamaño, la brillantez del tocino…

Empecemos por el peso del jamón de Guijuelo de Salamanca. Al contrario de lo que pueda creerse, un producto gordo y de muchos kilos no garantiza la calidad. Los mejores ejemplares ibéricos, ya sean de bellota, recebo o cebo, suelen ser estrechos y alargados.

También debemos fijarnos en la forma y el color de la pezuña. Si ésta es larga, desconfiemos, quiere decir que el cerdo apenas ha estado en el campo. Las pezuñas deben tener forma redondeada y de color negro, signo de excelente calidad.

En tercer lugar, tenemos que observar el tocino de los jamones ibéricos. Éste debe ser amarillento y blando al tacto. Si lo tocamos y lo encontramos duro, es señal de que el animal ha recibido una alimentación basada en piensos de baja calidad. Busquemos las piezas con aspecto gelatinoso y acertaremos de lleno.

Como referentes en la venta y distribución de jamones de Guijuelo, en Jamones Montenuevo sabemos que las diferencias entre un buen producto y otro de baja calidad son enormes, tantas que parecerá que estás degustando dos alimentos distintos.