¡Qué te vamos a contar que no sepas del jamón serrano! ¡Y no te decimos nada del jamón de bellota de Salamanca! Pues creemos que aún podemos sorprenderte con algunas curiosidades que quizás no sepas:

Fueron los romanos los que empezaron a conservar las patas de cerdo. Así nació el “padre” del que es ahora el jamón serrano. El emperador Diocleciano, hacia el año 300, fijó el precio del jamón en 20 denarios la libra. Parece que era un producto de lujo. Incluso se han encontrado monedas de curso legal en las que se representaba una pata de credo. Era un manjar en esa época, tanto como el jamón de bellota de Salamanca.

Durante la Edad Media, adoptaron una técnica para elegir el terreno donde construir un edificio. Consistía en clavar un palo con un jamón fresco y dejarlo orear. Si tardaba poco en curar, era el lugar idóneo.

En los hospitales del Camino de Santiago, por su alto valor nutritivo, se les daba jamón a los peregrinos enfermos.

Dicen que Fernando VII, en una visita que hizo a Cádiz, paró a tomarse un jerez. Mientras degustaba el vino, se levantó un viento muy fuerte. Por miedo a que el vino se llenase de arena, el dueño de la taberna cortó una loncha de jamón serrano y la puso sobre el vaso del rey. Así surgió la idea de la tapa.

Si te has preguntado por qué se cuelgan los jamones, te diré que esta tradición comenzó en el tiempo de la Inquisición moderna. Los comerciantes colgaban jamones en sus tiendas. Así se veía que eran cristianos y no judíos. De esta manera, se libraban de graves problemas. Pero la explicación práctica es que se cuelgan para favorecer su curación y eliminar la humedad lo más rápido posible.

Desde Montenuevo te acercamos más al mundo de este maravilloso manjar.